Fingimos que nada ocurre para seguir adelante.
El tabaco, los pensamientos dolorosos, la penumbra,
los sueños que desatan el inconsciente, tus abrazos,
tu conversación, tus reprimendas...
Aún fingiendo intuyen la soledad que agota,
en esta sempiterna adustez,
dotándola de causas externas
que mucho tenían de verdad
y ahora son un mal menor.
¿Qué te pasa? ¡¿Qué te pasa?!,
preguntan una y otra vez
y yo quebranto la verdad
con una máscara veneciana
de sonrisa y pundonor,
achacándolo al cansancio y la monotonía diarias.
Decidir duele, siempre duele...
sobre todo en llagas mal sanadas,
para intentar no seguir en yerros.
Me acusan de inhumano
quienes inhumanamente
trascurren sus días,
porque con crudeza
llamo a las cosas por su nombre.
Me alieno hasta no reconocerme,
dotando de justicia
a la antaño miserable conciencia.
Mis carnes se consumen
hasta dejar de reconocerme en el espejo.
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