A ti que pintaste
los cielos de azul celeste
para que pudiera recibirte
y luego te esfumaste incorpórea
te hago partícipe de mi cariño.
A ti que encendiste
fuego de fulgor resplandeciente
para que osara desearte
y después te paraste soberbia,
te regalo mis lejanías.
A ti que luchaste
en campos de rosas marchitas
para que lograra amarte,
y te volviste pueril;
no hay que ofrecerte.
A ti que desmoronaste
los muros de hiedra fecunda
para entonces divertirte,
y conseguiste mi rechazo,
te brindo miradas desde torre de marfil y atalaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario