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viernes, 29 de abril de 2005

Píramo y Tisbe


El mito que voy aquí a transcribir es en el que se basó el gran dramaturgo y poeta Shakespeare para escribir "Romeo y Julieta", es el mito narrado por Ovidio en "Las metamorfosis" de Píramo y Tisbe.


Píramo y Tisbe, el uno el más hermosos de los jóvenes, la otra la más destacada de las doncellas que Oriente produjo, tenían dos casas adosadas (...). La vecindad provocó el conocimiento y sus primeros encuentros, con el tiempo creció el amor; también se habrían unido por las leyes conyugales, pero lo prohibieron los padres; lo que no pudieron prohibir, los dos ardían por igual con sus pensamientos cautivos. Lejos está cualquier cómplice, se hablan por gestos y señas y, cuanto más se oculta más se abrasa el ocultado amor. La pared común a una y otra casa estaba hendida por una pequeña rendija,(...) por él solían transitar vuestras lisonjeras palabras en un murmullo apenas audible.

Hablando así desde lugares en vano separados, al llegar la noche dijeron "adios", y cada uno dio a su parte besos que no llegaban al otro lado. (...) se reunieron en el lugar acostumbrado.(...) tras lamentarse antes con suave murmullo de muchas cosas, se ponen de acuerdo para, para en el silencio de la noche, intentar engarñar a sus guardianes y (...) abandonar (...) la ciudad, y, (...) reunirse (...) bajo la sombra del árbol: había allí un árbol cargado de frutos blancos como la nieve, un alto moral, muy cerca de una fresquísima fuente. (...) Tisbe (...) sale cautelosa y engaña a los suyos, y con el rostro cubierot (...) se sienta junto al árbol acordado (...). He aquí que llega una leona, manchadas sus fauces espumeantes por la reciente matanza de unos bueyes (...); la vio de lejos, a luz de la luna, la babilonia Tisbe y con temeroso pie se refugia en una obscura cueva y, en su huida, dejó abandonado el velo que había resbalado de su espalda. Cuando la furiosa leona sació su sed con abundante agua, mientras vuelve al bosque, destrozó casualmente con su hocico ensangrentado el ligero velo encontrado sin dueña. Píramo, que había salido más tarde,(...) encontró (...) el velo teñido de sangre (...). Coge el velo Tisbe y lo lleva consigo a la sombra del árbol convenido y, después de que derramó lágrimas y dio besos a la conocida vestimenta (...) hundió en sus ijares el hierro del que estaba ceñido (...). Los frutos del árbol, con el rociado de la herida, adoptan un aspecto negro y la raíz, humedecida por la sangre, tiñe de color púrpura las moras que cuelgan.

(...) ella vuelve y busca con sus ojos y con su corazón al joven (...); y al tiempo que reconoce el lugar y la forma en el árbol que ha visto, al mismo tiempo la hace vacilar el color del árbol (...), reconoció a su amante,(...) y, mesándose los cabellos y abrazando el cuerpo amado, llenó de lágrimas las heridas y mezcló su llanto con la sangre y, dando apretados besos al helado rostro (...) Píramo elevó sus ojos pesados ya por la muerte y, al verla, los cerró. (...) Ella (...) dice: "(...) acoged las palabras de súplica de ambos, oh muy desgraciados padres mío y de aquel, que a quienes ha unido un certero amor, a quienes la última hora, no les quitéis ser enterrados juntos en la misma tumba. En cuanto a ti, árbol (...), retén las señales de la muerte y produce siempre frutos negruzcos y adecuados al luto (...). Tras haber dispuesto la punta bajo su pecho, se lanzó sobre la espada (...) sus súplicas alcanzaron a los dioses, alcanzaron a los padres: pues el color es negro en el fruto cuando madura y lo que queda de sus piras descansa en una sola urna."



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