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sábado, 30 de abril de 2005

Hoy es uno de esos días...


Anoche volví a salir, un botellón insípido en el Hipercor, pero en el fondo de mi alma sé que en realidad, por mucho que me queje (no puedo evitarlo, yo siempre estoy protestando), me lo pasé bien. Fuí con una panda apañada, con mi Xaxa y un montón de gente más. Al terminar el botellón fui a acostarme. Al final del botellón me quedé huraño y malumorado, pero en realidad yo creo que más que por supceptibilidad hacia un comentario que me había molestado, mi estado anímico estaba motivado por el cansancio... Me dijeron que saliese hoy y rechacé la invitación pero creo que los voy a llamar para salir esta noche otra vez.


Hoy es uno de esos días en que le sonríes al mundo sin ningún motivo aparente, simplemente porque la vida es hermosa y, una ducha de agua caliente, tras un dulce y profundo sueño, te ha vigorizado. El sol baña los alredeores y hace una temperatura estupenda. Los pájaros sobrevuelan Cartuja y yo estoy feliz. Es de esos días en que dejas que la luz solar entre en tu interior para fundirse contigo y te inspire los más hermosos sentimientos.





Visto la realid
ad de esos dulces colores cada vez que la miro y me encuentro en ese estado de dulce ebriedad, que prov
ocan en mí los sentimientos. Esos versos de Benedetti que evocan otros tiempos cargados de melancolía, recuerdos y amores imposibles, son ahora la huella de la mano de una mujer que ahora está lejos, y, sin embargo, a mi lado. Hoy siento que mi existencia es una caja envuelta en papel de regalo, en papel de charol, rojo y reluciente. Ese papel que los niños despegamos con mucho cuidado cuando somos pequeños para evitar romperlo.

Evoco esos seis años de internado en los que la Alhambra y su bosque acompañaban mi cotidianeidad con sus vistas. El sonido del río Darro recorriendo sus cauce y los patos que al llegar la noche se acurrucaban juntos en su orilla, simulando un montoncito de bolas blancas como la nieve. Esos años en que yo con la inocencia de mi mirada iba descubriendo e indagando en los caminos del amor y de los cuerpos, ese amor que marca definitivamente nuestra adolescencia, esa piedra con la que construir el camino. Eros rozó con la punta de su flecha mi alma y dirigió mi mirada hacia esa mujer hermosa.

Esos paseos, hoy lejanos, por la Alhambra; el artificial romanticismo del Carmen de los Martires; la comida china y la carrera para llegar a tiempo antes de que me cerrasen la puerta del internado; la cafetería con escaleras de Caracol y "el Alquimista" de Paulo Coelho, forman parte de mi solaje, ese que llamamos experiencia o quizá simplemente pasado. Hoy es, simplemente, uno de esos días...



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