Hacía demasiado tiempo que no experimentaba tanta inseguridad, y con ella, aparejado el miedo a la falta de reciprocidad. Cuando el romanticismo muere en un colchón "desinflable", atravesado por el frío húmedo y la soledad, las pesadillas plagan la vigilia de desasosiego. Y llegas una vez más a la conclusión de que, mientras otros se divierten, nadie piensa en ti. Mi vida se reduce a billete al resto del mundo, sin que tú o tú me quieras.
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