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domingo, 11 de junio de 2006

Madrugadas de melancolía


El amor causa estragos en nosotros cuando la realidad nos hace partirnos los dientes contra el suelo. La soledad y el dolor atenazan nuestra existencia cotidiana. Te autocompadeces, sintiéndote el más desdichado de los mortales. Luego todo pasa y terminan por curarse las heridas, con mayores, menores o inexistentes traumas. Pero quizá el mayor problema no estriba tanto en ese amor fallido, sino en cómo nos sentimos cuando lo superamos. Ves que las personas, por las que habrías estado dispuesto a darlo todo, llegan y se van. El dolor, da paso a la decepción y la decepción, finalmente, a la frustración. Quizá es ser demasiado pesimista. Sin embargo, la vida no es justa, y este axioma irrevocable, te lleva a la conclusión de que es posible que no encuentres el amor. Ni siquiera, me refiero al Amor con mayúscula, sino a esos amores que nos hacen la vida más llevadera. Y en momentos así no puedes hacer más que seguir adelante, aunque escueza, tratando de no pensar para no sentir más aún que la vida no ha cumplido con la parte del contrato que firmaste con ella, que te ha defraudado. Así me siento en noches como ésta.




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